Las niñas jugando
En Coyolito, Honduras, una mujer me ha ofrecido a su hija para que me la lleve y le dé “mejor vida”. Eran las 10 de la mañana y me ha dado un dolor de tripa enorme mientras me seguía convenciendo de que lo hiciera. Sus argumentos eran todos lógicos pero sentía que mientras más hablaba, yo quería largarme de ahí: el dinero (lempiras) no vale nada, a mi niña no le puedo dar nada, solo que sufra de este calor y de que ande ayudándome a cuidar carros que vienen al bar-restorant; esta niña es muy guapa y ya no estudió, no lo va hacer nunca pero, aprende hacer rápido cosas para la casa y es responsable; creo que es virgen; se defiende por sí sola, tu le vas a dar mejor vida. Ante mi pregunta de qué edad tiene, me dice que 11 años. Manda llamar a la niña y viene corriendo en un minuto. Veo a una chica grande, ancha de huesos, rubia de asoleada, bonita la niña y la mamá le refuerza que es mejor que se vaya conmigo. Ella me examina, me hace plática para que le admire y elogie su esclava (