la 4ta transformación


En Estación Watley en San Luis Potosí, conocí a un aventurero menor a 25 años, compartimos unas gorditas en un puesto, el chavo de fácil palabra me contó una historia que me hizo recordar cuando yo tenía 17 años y con mi amigo Franco nos fuimos hasta donde llegáramos sin rumbo ni días programados. Se nos ocurrió hacer autostop, llegamos hasta Calama en la segunda región de Chile a 2000 km de casa, cerca de San Pedro de Atacama, ya no teníamos fuerza, ni ganas de soportar el sol ni dinero para comer, la verdad que por la falta de rumbo no sabíamos qué hacíamos ahí, si tuviéramos la madures e irreverencia de hoy... pienso que ambos tendríamos otra vida, completamente diferente.  Éramos menores de edad, a un paso de entrar a la universidad, estudios que nos daría la legitimidad para arrancar nuestra propia transformación, nuestro desarrollo de habilidades, competencias y esas cosas que nos llevaría ser lo que somos hoy. Así se pensaba en mi generación, no son pamplinas pero sí pensábamos de la universidad como una religión.

El aventurero era desorganizado en sus ideas pero perseverante, en el 2012 se puso el reto de salir de Tuxtla Gutiérrez (Chiapas) sin dinero, sin comida, sin mochila a donde la ruta lo llevara. Estuvo casi dos días en una gasolinera de la presa Malpaso a escasos 90 kilómetros de su casa hasta que un grupo de motociclistas se detuvo y lo llevaron hasta Coatzacoalcos en Veracruz a tan solo 180 kilómetros de su casa. Aquí consiguió trabajo acarreando materiales con un camionero que necesitaba un ayudante. El camionero lo hospedó en un cuarto en su casa y a los meses de conocerse,  un día viernes por la tarde, el buen camionero le pidió que le ayudara a reparar su motocicleta la cual un día se apagó y no había manera que jalara. Por A, B y C la moto de mediana cilindrada tuvo una falla que encontraron en una hora, el regulador. Fácil dijo el chavalo mochilero sin mochila, con lo que me has pagado hoy, voy y compro el regulador, y así fue, a dos horas de iniciar la reparación la moto ya estaba funcionando.

El asunto fue más allá, el mochilero sin mochila y sin casco y sin nada, le pidió en honor a la confianza que ya se tenían, que le prestara la moto, que la próxima vez que se verían se la pagaría o lo que él dueño propusiera un trato. El camionero se quedó sin mucho qué decir, llamó a su esposa y a su hija y les comentó lo que el mochilero sin mochila le propuso. Se mataron de risa todos. La hija de la misma edad del chavalo dijo: préstale el fierro ese que ya falla a cada rato, si te va pagar algo que sea con trabajo. 

El chavalo le pidió su casco y se fue en la moto. Cargó gasolina y empezó su recorrido hacia el norte del México. Tardó 3 semanas en llegar a  Ciudad de México con sus tíos que viven en Iztapalapa, ahí fue parte del repertorio de actores secundarios de la Pasión de Cristo de Iztapala, aquí se quedó 6 meses mientras trabajaba en un mercado y ensayaba su papel en la Pasión. En Iztapalapa conoció a una familia de Guanajuato que lo invitó a Dolores Hidalgo, una vez que se terminó la semana santa y su papel de actor finalizara, se fue en la moto y trabajó 6 meses realizando un recorrido histórico a turistas. El Dolores conoció a una pareja francesa que le ofrecieron trabajo para manejar un jeep y llevar a turistas a un viaje astral con el  peyote. Al chavalo le pareció sugerente que le pagaran en dólares o euros, le llamó la atención hacer viajes con el peyote hasta luego de 4 meses en un rancho cerca de Estación Catorce dijo: con esto no se debe hacer negocio.... agarró su moto y siguió viaje a Río Verde, lugar selvático ... ahí trabaja en un restorant por la mañana y en la tarde en un taller de mecánico. 

Hoy el chavalo tiene 25 años, un hijo, la misma moto del camionero y una troca. Las dos veces que ha ido a Tuxtla desde que salió, ha pasado a saludar al camionero a Coatzacoalco y le lleva dinero, peyote y cosas para su casa. La confianza se gana y la moto te ayuda. 

El chavalo me invitó las gorditas y el agua... nos despedimos de abrazo y mientras nos mirábamos a los ojos para despedirnos me dice: tu vas lejos y mis bendiciones para tu máquina. Agarramos caminos opuestos y a los dos días que me paré a desayunar unas gorditas nuevamente, la señora del negocio me dijo que el joven que le invitó las gorditas el otro día se llama Evaristo y nunca habla con nadie... lo conozco y es cliente hace como 5 años y nunca lo había escuchado hablar ni convivir con nadie, estaba al pendiente de lo que decía el muchacho... Usted le imponía, necesitaba contarle su historia a Usted.

Estación Catorce, San Luis Potosí, México.

La Chancla, en Estación Catorce.


 Centro histórico de San Luis Potosí

Escultura de  Leonora Carrington

















Seguimos en la ruta, Rodrigo

Comentarios

  1. Esas charlas que solo se dan entre dos que viven la misma pasión.

    Tantas historias que tienes tu también por contar. Espero algún día poder coincidir contigo.

    Saludos desde Monterrey

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  2. Viajando se hacen y escuchan historias .

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